En
tres poemas del libro Versos (1972),
de Carlos Piera, agrupados bajo el título “Las tres”, y encabezados cada uno de
ellos respectivamente por una de las tres primeras letras del abecedario, el tiempo aparece reducido a cómputo, y a no ser sino igual a sí
mismo (“Hemos enumerado, hasta aplanarlos, signos / de que es igual el tiempo”).
La reducción del tiempo a número arranca los días del ámbito de la alteridad de
la naturaleza, los despoja de lo que cada uno de ellos pueda tener de nuevo,
imprevisto o diferente, y los iguala mediante el ardid consistente en hacer que
tengan el mismo valor. La igualación que representa dicha concepción del tiempo como algo
abstracto, cuantitativo, no cualitativo (“la serie / de los números ¿naturales?
/ dicha en horas, en años, en años-luz, etcétera”), es el paradigma de la
operación ideológica por antonomasia, que estriba en la igualación de lo cualitativamente
diferente. Los signos de interrogación que enmarcan el adjetivo "naturales" en "A" expresan hasta qué punto resulta contradictorio llamar "naturales" a los números. La contraposición entre, por un lado, la
concepción del tiempo susodicha, y, por otro, las “plantas” que “iban creciendo” (en “B”),
pone de manifiesto lo que en estas (al igual que en “cada noche / o hierba fría
o animal oculto”) hay de cualitativamente diferente. Dicha antítesis vuelve a
aparecer en el poema “La mala hierba” (De
lo que viene como si se fuera, 1990), donde los “tiempos / ávidos de
minutos” se contraponen a “la mala hierba”, que, por crecer de forma
silvestre, espontánea e indeseada para el agricultor, representa lo que la alteridad de la naturaleza tiene de
irreductible.
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