La obra de Carlos Piera se
caracteriza por señalar, por acercarse o por prestar atención de forma rigurosa
a “lo que no se entiende” (lo opaco, lo invisible, lo irreductible, lo que nos
elude, aquello que resulta incognoscible, lo que no está a disposición del
sujeto), ya sea en las cosas, ya sea en la lengua, ya sea en la subjetividad
misma. Ello explica, por una lado, el “querer ver”, la contemplación sin subterfugios,
la mirada atenta, extrañada, respetuosa (la actitud cognoscitiva cuya primera
condición es, como dice Rafael Sánchez Ferlosio, “guardar celosamente las distancias con las
cosas y reconocer su inconmovible alteridad”); por otro, la actividad de
investigación científica, “la atención a lo gramatical y lingüístico” (y la
cercanía con la noción de reading,
o “lectura genuinamente analítica”, de Paul de Man [“una lectura rigurosa [...]
no es más que la forma literaria de estar atentos”, dice Carlos Piera]), y,
también, la preocupación por “la inviabilidad del concepto “yo”” (“la
inasequibilidad del yo”), por “lo que en la subjetividad no es en absoluto
nuestro”, y la crítica de las nociones de sujeto, de sustancia y de identidad.
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