martes, 11 de enero de 2011

Las hojas en el torbellino


Propongo leer el poema “Espectro brevemente”, de Carlos Piera (Religio y otros poemas [Abada, 2005]), a la luz de las ideas expuestas por Günther Anders en el ensayo “El mundo como fantasma y como matriz”, que forma parte de La obsolescencia del ser humano, 1 (1965). Tanto el poema como el ensayo hablan de la televisión, de la naturaleza de las retransmisiones televisivas, y de la relación que se establece entre éstas y el telespectador. En “Espectro brevemente” aparecen expresadas de forma indirecta cinco de las ideas más importantes que Günther Anders hilvana en el curso de su reflexión. Según Anders, 1) “los acontecimientos retransmitidos […] son fantasmas”; 2) “[la] imagen retransmitida no es algo realmente presente”; 3) “la televisión […] emborrona nuestro horizonte hasta tal punto que ya no reconocemos lo auténticamente presente”; 4) “el aislamiento cotidiano ha privado [al telespectador] de mundo, de relaciones”, ”nos hemos convertido en mónadas sin ventanas”, y 5) lo real deviene en fantasma, “[los acontecimientos] se han vuelto insignificantes e irreales en comparación con sus retransmisiones”, “el ser humano contemporáneo [se ha] convertido en copia”, “como personas de carne y hueso, [los modelos reales] en realidad no son sino los miserables fantasmas de sus reproducciones”.
El poema está dividido en cuatro partes. La primera consta de diecisiete versos; la segunda, de doce; la tercera, también de doce, y la cuarta, de nueve. Todas ella terminan de forma muy parecida, con versos que se repiten o varían, a la manera de un ritornèllo: “como las hojas en el torbellino”, “para las hojas en el remolino”, “como las hojas en el torbellino”, “y estos papeles en el remolino”. La imagen posee resonancias homéricas, por cuanto despierta en el lector el recuerdo de los versos 146-149 del canto VI de la Ilíada: “Como el linaje de las hojas, tal es también el de los hombres. / De las hojas, unas tira a tierra el viento, y otras el bosque / hace brotar cuando florece, al llegar la sazón de la primavera. / Así el linaje de los hombres, uno brota y otro se desvanece”. Con la particularidad no poco significativa de que en “Espectro brevemente” no se habla de hojas que brotan sino de hojas que se desvanecen.
De la televisión se dice que es “de espectros”, y de los espectros, que vienen “sin cuerpo y sin voluntad propia”. Dichos espectros son “los fantasmas televisivos” de Günther Anders. En la primera parte se habla de ellos en tercera persona (“Vienen […]”, “Y se van como vienen”), mientras que en las otras tres parece que son los espectros mismos los que toman la palabra (“Cruzamos la ventana, como el vencejo” [II, 10], “vivimos como hemos vivido, unas ráfagas” [III, 6] y “Todos somos lo mismo y este viento que somos” [IV, 8]). El telespectador, en cuanto tal, carece de presente (“a falta de presente). Los fantasmas televisivos hacen del telespectador un ermitaño (“[Los espectros] se van […] con […] una técnica nueva para dar soledad”). El telespectador quiere asirse a los espectros, pero ellos lo eluden con displicencia. Lo que en el telespectador es tragedia, “promesa incumplida de amor”, en los fantasmas televisivos es un trámite cumplido con desgana. La idea principal se refleja en la imagen de raigambre homérica que queda resonando como la nieve en la pantalla del televisor: tanto el telespectador como los fantasmas televisivos son hojas arrastradas por el viento, y son el viento que arrastra las hojas: “Todos somos lo mismo y este viento que somos / y estos papeles en el remolino”, de tal forma que, como dice Günther Anders, lo real deviene en fantasma, y lo que es fantasma deviene en real. Pero el poema de Carlos Piera no es una elucidación del fenómeno televisivo, sino de nuestra huidiza forma de estar en este mundo fantasmagórico: “solo se sabe que nos vamos yendo”, donde irse es irse “al vacío”, “marchar sin despedirse,” “o morir, que es lo mismo”, “(con la lógica antigua de llegar para nada / y una técnica nueva para dar soledad”).

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