lunes, 6 de diciembre de 2010

Tal vez les guste

La lectura de Otra vuelta de tuerca, de Henry James, entraña un problema de interpretación: no sabemos cuál es el “verdadero” argumento de la novela, tal y como lo llamó Borges. “El dictamen Un libro es las palabras que lo componen corre el albur de parecer un axioma insípido. Sin embargo, todos propendemos a creer que hay una forma separable del fondo y que diez minutos de diálogo con Henry James nos revelarían el “verdadero” argumento de Otra vuelta de tuerca. Pienso que tal no es la verdad” (Nueve ensayos dantescos).
Las voces que hablan: la de Douglas, la de la anónima narradora, las de Miles y Flora, la de la señora Grose, se expresan en términos ambiguos, o no de manera explícita, de tal forma que es posible inferir ideas implícitas a partir de las palabras que pronuncian, las cuales, por lo demás, no pocas veces acaban en sugeridores puntos suspensivos. Ya en el “Prólogo” se da cuenta de una situación que se corresponde con lo que les ocurrirá a los personajes, y con lo que, de alguna forma, le ocurrirá también al lector: “Lo comprendí, y ella comprendió que yo lo había comprendido; pero ninguno de los dos hablamos de ello”. Que Henry James mismo pretende escribir una historia en la que cabe interpretar contenidos implícitos se pone de manifiesto en las palabras de Douglas: “―La historia no lo dirá ―dijo Douglas―; al menos de una manera literal y corriente”. Nótese que la cursiva no puede ser sino de Henry James.
El lector se ve invitado por parte del autor, por lo tanto, a deducir una información implícita, al menos allí donde las voces se expresan de manera ostensiva, o donde parece que se sugiere algo en relación con la situación dada, o con lo que se ha venido diciendo anteriormente. Sin embargo, no es fácil saber qué están queriendo expresar realmente los personajes, ni, tampoco, qué están interpretando, ya sea porque quizá no comparten los mismos supuestos acerca de la situación (sus interpretaciones pueden no coincidir), ya sea porque falta información acerca de cuáles son dichos supuestos, y, asimismo, acerca de cómo dichos supuestos son modificados a lo largo del relato.
Las palabras, con todo, adquieren tales connotaciones en virtud del contexto en que se leen, de los personajes, o de las circunstancias en que estos se ven envueltos, que, a la postre, el lector al igual que le ocurre a la institutriz termina por creer estar viendo...

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